Miradas que despertaban pasión y deseo, miradas entre un hombre y una mujer, miradas entre él y yo. Pronto nos fuimos de aquel lugar repleto de gente, pues nuestras miradas ya habían decidido el siguiente paso a dar entre nosotros dos. Nuestras miradas habían premeditado una noche de lujuria, placer y calor. Llegamos al lugar de destino guiados por la ansiedad de nuestros cuerpos. Cuerpos preparados para cualquier locura, para quedar exhaustos y envueltos en el desenfreno del placer.
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